Un día, Susan Peacher colgó su ropa de látex y su látigo y consiguió un puesto en el Departamento del Tesoro de San Francisco, Estados Unidos. Cuando empezó a trabajar se encontró con que uno de sus jefes, Richard Soulam, era un ex cliente suyo. El hombre, al parecer, no la deja en paz: intentó besarla en el ascensor, continuamente le habla de sus "labios lujuriosos" y no deja de solicitarle sesiones.
Según Peacher, cuando ella se negó a satisfacer sus demandas, el hombre pidió ser su supervisor y degradó su evaluación de desempeño. La mujer decidió quejarse a las autoridades pertinentes de la oficina gubernamental pero como toda respuesta recibió menos trabajo para realizar y menos responsabilidades. "Tenía miedo de persistir en mis pedidos porque creí que mi anterior ocupación podía hacerme perder credibilidad. No me avergüenzo de lo que hice para ganarme el pan, pero no quería quedar en una posición en la que todo el mundo me juzgara por las elecciones que he hecho”, explicó.
Finalmente, la mujer decidió llevar su queja a un nivel judicial a través de la Comisión de Igualdades de Oportunidades Laborales de la mencionada ciudad. "Si nadie se enfrenta a los agresores las cosas nunca van a cambiar. Para mí ésta fue una etapa más en mi proceso de intentar mantener mi trabajo". |