Si sólo se tratara de texto en japonés, directamente los ignoraría. Pero en oriente, no sólo escriben leyendas, sino que además le agregan dibujos a sus carteles para que todos comprendan. Claro que no siempre resulta tan sencillo.
Por ejemplo, cualquier occidental que camine por las calles de Tokio y se encuentre con un cartel como éste, recordará uno de los clásicos films de Alfred Hitchcock y huirá despavorido ante el temor de ser atacado por una feroz bandada de pájaros.
Si en la huida encima se cruza con este cartel, creerá que no tiene escapatoria y que una suerte de "Al Capone" oriental le reventará la cabeza con un bate de beisbol (dado que está permitido, obvio).
Pobre de aquél que interprete que en esta zona está bien robar carteras o estéreos. Seguramente prolongará su estadía en Japón (aunque en la cárcel).
Algo similar podría ocurrir si lleva a su perro al parque y, porque el cartel así lo indica (o al menos eso es lo que uno interpreta), deja que su can haga sus necesidades en el césped.
Finalmente, el gaucho que vaya al campo japonés en invierno, probablemente se sienta frustrado al enterarse que, por más regalos que les haga, las ovejas japonesas no entregan nada, aunque sí encontrará cierto consuelo al saber que las cabras tienen una política diferente.
Si quiere internarse en el mundo de los letreros japoneses (y empezar a entrenar para su próximo viaje a oriente), visite el sitio del fotógrafo alemán Juergen Specht. |