El "stress pre-matrimonial" ocasionado por la decoración de la iglesia, el vestido de los novios y el alquiler del salón, entre otros, es sólo un pequeño fruncido de cejas en comparación con los padecimientos "post-boda".
La anterior no es ni mucho menos una verdad revelada, pero constituye la tesis defendida por Edgardo y Stephanie Abenina, una pareja filipina que demandó al repostero encargado de su torta de boda por presentar un modelo supuestamente defectuoso y de mal sabor.
De acuerdo a la pareja, el bochorno provocado por la torta de cinco pisos -que parecía rendir un homenaje a la Torre de Pisa- y su sabor agrio les provocaron insomnio, angustia y ansiedad en los días siguientes a la ceremonia, por lo cual pidieron una indemnización al repostero cercana a los mil dólares.
Sin embargo, la corte determinó que la supuesta indignación no borró la sonrisa en la cara de los recién casados como se pudo constatar en la foto principal del álbum matrimonial, donde además la torta no parece tan deforme como la pareja alegó durante los 10 años del proceso legal. De ese modo se determinó que la pareja estaba satisfecha con el manjar.
En lo que se propone como un duro golpe a la premisa comercial según la cual "el cliente siempre tiene la razón", la decisión judicial decepcionó a los demandantes, cuya sonrisa pudo derrotar al mal sabor pero no convencer a la justicia. |